Elizabeth Siddall

Muy afectada por su enfermedad y su dependencia al láudano, Elizabeth se encuentra recluida en su residencia londinense, aguardando el retorno de su esposo recién casado, Dante Gabriel Rossetti. Desamparada y sumida en la tristeza, se esfuerza por una última vez en desempeñar el papel de musa que la Hermandad Prerrafaelita le ha asignado a lo largo de los años. Este papel representa un ideal de belleza estática y sosegada, una imagen que todos esperaban de ella. Sin embargo, el tiempo ha transcurrido y Elizabeth ha pagado un alto precio por su independencia. Ya no hay vuelta atrás.